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Los cautivos que decidieron quedarse en Persia les dieron de todo: plata, oro, enseres, ganado y artículos valiosos; además de las ofrendas para el templo. El rey Ciro mismo les devolvió las copas de oro y otros utensilios de gran valor, que el rey Nabucodonosor se había llevado del templo de Jerusalén, y los había colocado en el templo de sus dioses. Dio órdenes a Mitrídates, tesorero de Persia, que entregara estas cosas a Sesbasar, uno de los jefes de los cautivos que regresaban a Judá.

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